Portada Biografía Obra Liriformas Hemeroteca Epistolario Álbum Audio
Dios no tiene más cosas que decir
El discípulo
La llaga de la tierra
Nos fuimos de paseo
Encuentro y despedida
Balbuciendo
Se va la luz
Cuando el amor se oculta
Recorrido del engreimiento
Hermano lobo, dame tu perdón
Lo que pierdo

DIOS NO TIENE MÁS COSAS QUE DECIR

Yo iré por el atajo,
por ese atajo mío de tu cielo.
Juan, tú quédate abajo,
no levantes el vuelo,
¿o subimos los dos en paralelo?

Haré lo que tú quieras,
pero tú a mí me harás lo que te diga,
mueras porque no mueras.
Déjame que te siga,
que el alma en que tú vives ya es mi amiga.

Que en todo me adelantas,
las palabras son tuyas, todas mías.
Cuántas palabras, cuántas,
hacen las noches días,
Dios te las crea pero tú las crías.

Ay, San Juan de la Cruz,
mudo me tienen tus revoluciones.
De la tierra a la luz
van y vienen los dones.
No sé si Dios te ha puesto condiciones.

Tú a mí sí, aquella noche
que juntaste al amado con la amada,
y un místico derroche
de sombra inmaculada,
para que el mundo no entendiera nada.

Y sigues más de vuelo,
te vas de vuelo y yo contracorriente
para tu desconsuelo.
Hay algo diferente
en esta inquieta cristalina fuente.

La Tierra está pecando,
me lo viene contigo Dios diciendo,
siguiéndome alcanzando,
tan claro que lo entiendo,
me lo quedó en los labios balbuciendo.

Juan, ¿Dios se puede ir
si no tiene más cosas que decir?

Subir Antología

EL DISCÍPULO

Se me agotan las penas,
Juan de la Cruz. ¿Por qué será, Dios santo?
Entre las azucenas
olvidado, te canto.
¿Voy a penar después de penar tanto?

Lloraré, cantaré,
que llorar y cantar son mis canciones,
o las olvidaré,
dos vivas emociones
y un mismo son hermoso los dos sones.

Ay Juan, Jesús, qué pena,
teneros a los dos, y qué alegría
alterada y serena.
Ay Dios, qué algarabía
y qué serenidad, las dos al día.

Todo es la misma cosa
cuando Dios duda adentro y Juan conmigo.
Ay hermosura hermosa,
mi testiga testigo,
tú sabes de verdad lo que yo digo.

Y estuve muy cobarde,
quiero decir que soy cobarde nato.
Ay San Juan, Dios te guarde
de mí el anonimato,
viví de ti para pasar el rato.

Me persigo, me muerdo,
pues quiero castigarme a sangre viva,
y hay veces que me pierdo,
oscuro, carne arriba,
como un átomo más a la deriva.

Voy con la mano alzada,
la mano que es la otra y no la tengo,
oculta en la mirada.
Miro a Dios, voy y vengo,
después con el olvido me entretengo.

Pues ya está bien, Dios mío.
Perdona más de lo que me prometes,
que de San Juan me fío,
juega con mis juguetes
y tú no sé jamás dónde te metes.

Yo de jugar no paso,
juego con las tinieblas, los sonrojos,
aunque no me hacen caso.
Y juego con mis ojos,
la abstracción y las luces, mis antojos.

La Tierra, con San Juan,
llegan jugando a la caperucita,
porque en el cielo están.
Su gloria es muy bonita,
pero a jugar con ellos no me invita.

Y estoy a lo que sobre
de las malenseñanzas de la vida,
su discípulo pobre,
aprenderé enseguida,
jamás olvidaré lo que se olvida.

Subir Antología

LA LLAGA DE LA TIERRA

¡Qué tiempo hace en el mundo, Juan, querido!,
llueve cuando no llueve y Dios se enfría.
Se intercambia la noche con el día,
se muere por vivir sin más sentido.

¡Qué tiempo hace en el mundo, Juan, qué ruido!,
manda huracanes a tu poesía.
¿Vamos a adivinar lo que diría
Dios de lo que pensamos sin sentido?

No hay distancia entre el cosmos y el convento,
ni entre Teresa y tú, de mí a mi verso;
¿es que es verdad incluso lo que invento?

Todo está tan unido y tan disperso,
querido Juan, querido, que presiento
que es un vecino más el universo.

Por eso te me vas,
por eso te me vas y te me quedas,
y yo me voy detrás,
somos viejos aedas,
no lo hacemos por treinta mil monedas.

Dos aedas latinos
que vamos de la mística a las cosas,
por todos los caminos,
las manos sudorosas,
entre espinas y pétalo de rosas.

Por pétalos heridos
y acariciados por un sol de espinas;
se tapan los oídos
las tiernas golondrinas,
lo que somos, Señor, te lo imaginas.

Sólo el sol está claro,
que San Juan me lo enciende y me lo apaga,
y me mira muy raro
haga yo lo que haga.
¡Qué herida está esta tierra, Juan, qué llaga!

Subir Antología

NOS FUIMOS DE PASEO

San Juan me lleva dentro,
y él no me dice nada, va de paso.
Dios sale a nuestro encuentro,
dudando por si acaso,
dormimos en el cielo a cielo raso.

Vamos los dos en uno,
aunque no se me va de la cabeza
que soy inoportuno,
que engaño a la belleza
con sabia falta de delicadeza.

Juan se lame los labios,
no piensa mal, como su amor, son miel,
se relamen los sabios
observándole a él,
hay un contagio místico muy cruel.

Por eso desespero
igual que en vivo el santo carmelita,
muero porque me muero
cuando me necesita
y volvemos al mundo de visita.

A lo que estamos, Juan,
fraile, poeta y santo de la Cruz,
Juan de la Cruz, San Juan,
y pluma de avestruz
más clara y luminosa que la luz.

No hay nada que ocultar,
tú llevas la palabra sobre el pecho,
nada que declarar,
y a Dios tienes derecho,
todo lo que ha mandado lo hemos hecho.

Mil gracias derramando,
sé que pasó, lo vi con los pastores,
y vi a todos mirando
por los alrededores,
también lo vieron, sin mirar, las flores.

Porque está, no se ha ido,
es una luz acuosa transparente,
de ti mismo ha surtido,
oh, cristalina fuente,
y al cielo se lo lleva la corriente.

Subir Antología

ENCUENTRO Y DESPEDIDA

Te vi con Garcilaso
en una cueva humana de granito.
Llegaste con retraso
(Petrarca al infinito),
Tasso después y más, todos a un grito.

Allí estuvisteis todos
como un solo poeta marginado,
igual que reyes godos
huyendo del pasado,
con todo el corazón desesperado.

Y aquí sigue la guerra
declarada por vuestra poesía,
con los pies en la tierra,
matando al alma mía,
¡ay, querido San Juan, quién lo diría!

Ha muerto García Lorca.
"No digas más, ya todos lo sabemos,
preferimos la horca
que los santos tenemos,
con García Lorca todos moriremos".

¡Qué cosas dices, Juan!
Yo es que ignoro a qué muerte te refieres
ni a qué horca, ¡oh, Satán!,
ripio con alfileres,
pensé que eran distintos los placeres.

Y que para el Parnaso
no hay una estrella como el Paraíso,
que era igual Garcilaso,
pues Dios así lo quiso,
y tú conmigo y en el mismo piso.

Sí que somos iguales,
con una magistral distancia urgente,
dos sobrenaturales
con todo diferente,
con una diferencia transparente.

Te vi, Juan, en el templo,
te vi en la santa sombra de la iglesia,
y sin más te contemplo
en mi olvido, en mi amnesia,
vuelvo de ti como de la anestesia.

Subir Antología

BALBUCIENDO

Presos de los Calzados,
siempre estuvimos, Juan, sin saber cómo,
hoy casi acostumbrados
al futuro del homo
sapiens, pero a la contra y con aplomo.

Muy firmes, pero santos,
nos defendemos y con alegría
hasta de sus encantos,
sin otra poesía
que la misma palabra y su porfía.

Además está Dios,
que tiene suerte y nos la da doblada,
toda para los dos
ya muy bien educada,
amada del amado divorciada.

Que es otra la costumbre,
con los mismos azares de la vida,
y se quema la lumbre
y la verdad se olvida
y hasta la noche oscura está escondida.

¿A dónde te escondiste,
oh noche oscura, noche de repente,
y para qué te fuiste
como se va la gente,
oh noche oscura, noche reluciente?

¡Oh noche de la Nada,
temerosa del suelo de la vista,
del cielo de la amada!
Qu la mirada insista
me hace feliz, Amado, y pesimista.

¡Oh altiva noche muda!
¿A dónde te escondiste como huyendo
de aquesta vieja duda?
Pues, Juan, yo no comprendo
el no sé qué que quedan balbuciendo.

Sé que avanza y avanza
hasta yo no sé dónde, pero veo,
no pierdo la esperanza
de creer lo que creo,
aunque a veces no sé lo que deseo.

Subir Antología

SE VA LA LUZ

Un sutil riachuelo,
desciende, Juan, contigo, al tragaluz
de la puerta del cielo.
No, San Juan de la Cruz,
no es un agua sutil, es una luz.

Y es que es de noche todo,
la noche más de noche, la supuesta,
la que hace al agua lodo,
la última respuesta,
una luz que jamás se manifiesta.

Por eso ahora aquí está,
tú la proyectas, Juan, y en ti la vives,
que de ti no se va,
y, si se va, le escribes
una carta de Cristo y la apercibes.

Como se hace en la tierra,
con la negra sustancia del aviso,
la puerta que se cierra
y con el compromiso,
nunca se hará jamás como Dios quiso.

Pero sigue a la luz,
si se te va en la noche negra, oscura.
Tú, San Juan de la Cruz,
la tienes muy segura,
y sigue igual, vestida de hermosura.

Mil gracias derramando,
mil gracias derramando cada día
por donde va pasando,
pasando todavía
por los oteros de tu poesía.

Que es agua, riachuelo,
y asombra alegremente más que un río
cedido por el hielo
del planeta sombrío
que se va a derretir en el vacío.

Este, nuestro planeta,
con montañas de hielo amenazantes,
querido Juan, poeta,
no es lo mismo que antes,
hoy cree que son molinos los gigantes.

Subir Antología

CUANDO EL AMOR SE OCULTA

Vengo de la otra orilla,
es sábado, las diez de la mañana,
y no está Juan, me humilla
como mi sombra humana,
pasa fuera los fines de semana.

No volveré, me enfado,
y le dejo en su cántico una nota.
Me salgo muy callado
y sonriendo, idiota,
que es algo más, había entrado en pelota.

Pero un año después,
llegando a casa como del olvido,
volviendo, como es,
me leí enriquecido
y hasta el silencio me lo había comido.

Pues tu ausencia alimenta,
querido Juan, también, aquí, en la mía,
al otro lado atenta
como la Poesía,
que nunca está en su casa la jodía.

Nos tenemos que ver
como siempre, jugándonos la vida,
lo tenemos que hacer,
no hay otra salida,
avanzándonos más hasta la huída.

Cuando vuelvas a casa,
sé generoso, avísame, alimenta,
que mi hambre fracasa,
permíteme que mienta,
no hay razones para tener en cuenta.

Sé que tú llevas prisa,
que me pasas delante como un busto.
Tu mitad me da risa,
perdónale a mi gusto,
quiero tenerte entero el tiempo justo.

Juan, me has de perdonar,
soy un pobre rufián que quiere verte,
hablarte y oírte hablar.
Fue un amor conocerte,
no te me ocultes más con esa muerte.

Subir Antología

RECORRIDO DEL ENGREIMIENTO

Tengo una devoción que no me tengo:
Soy San Juan de la Cruz hasta en lo santo,
y ni siquiera sé cómo me aguanto,
menos aún de cómo me mantengo.

Cabalgo en verso y, además, me arengo,
quiero exaltarme, me pellizco y canto.
Escribo cuentos de terror, me espanto;
luego hasta con el miedo me entretengo.

E intento no vivir más de este modo,
del que se burla mi melancolía,
no tanto como el viejo Quasimodo.

Querido Juan, ¿por qué la Poesía,
y por qué del porqué, del porqué todo?
Menos mal que lo ignoro, qué alegría.

Ay, mi tierra divina,
tu muerte nunca acaba de llegar,
es larga y peregrina
y camina al azar
y nunca se termina de velar.

Nadie mueve los labios,
ni piensa una oración, ni bisbisea,
y al fin rezan los sabios,
pero sin que se vea;
Juan, ¿qué tiene la Ciencia, que descrea?

Un largo recorrido
hay desde tu valor hasta la cumbre
por la que tú has subido
sin perder la costumbre,
hasta Dios mismo sin la muchedumbre.

Y yo, en mi engreimiento,
hago decir a la verdad mentiras,
y en verdad, yo no miento;
sólo que te retiras
de todos mis sonetos y mis liras.

Oh, Dios, qué mala suerte
tengo con Juan, maestro a lo divino.
Sin él no quiero verte,
no me pone el camino,
deja suelto a tu ausente peregrino.

Subir Antología

HERMANO LOBO, DAME TU PERDÓN

Y dame tu perdón por si te miento
con crucigramas tan elementales.
Corre la voz entre los animales
y haz todo lo que quieras con el viento.

Tengo obsesión por el hermanamiento,
tengo mil modos de morir iguales,
bautizo sobre llagas ya mortales
con sólo el agua de mi pensamiento.

Me llamo Juanfrancisco, si me llamo,
y todo en una voz, Juan algo mío,
bautizo al lobo, el agua la derramo.

Sigo, de Juan de Yepes me desvío,
y es que quiero amar tanto que no amo,
cuando lloro parece que me río.

Todos los animales
me rodeaban como Dios los hizo,
y bauticé a raudales.
Juanfrancisco mestizo,
todavía yo mismo me bautizo.

Me llamo Juanfrancisco,
todo en una palabra fuerte, hermosa,
tan fuerte como un risco
e igual de peligrosa,
una estrella fugaz muy perezosa.

Subir Antología

LO QUE PIERDO

Primero, la obediencia.
Y si no pierdo más estoy perdido,
perdido en mi inocencia.
A la tierra ha movido
Dios, que se mueve sin ninguna ciencia.

Sé todo lo que pierdo.
Pero perder, perder, no pierdo nada,
y lo pierdo de acuerdo
con la ilusión gastada.
Nunca lo pierdo a la desesperada.

Mi voz se desintegra
y las palabras sueñan en la boca.
Así la voz se alegra,
luego se vuelve loca,
que el alma pierde todo lo que toca.

La pérdida me cuida,
me la alarga, la empalma,
si la doy por perdida.
Mas si pierdo la calma,
¿qué falta ya para perder el alma?

Pero hay veces que dudo
si Dios vive apartado de la Ciencia,
andando solo y mudo,
de conciencia en conciencia.
No sé por qué no pierdo la paciencia.

Yo he perdido el pasado,
y espero que el futuro no se ría
si algo tiene ganado;
lo perderé algún día,
justo a la hora de cruzarse. Mía.

Subir Antología