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Yo digo que la muerte está cansada
Ayer fumaba y escribía en verso libre
Me quejaré al patrón si no me ama
El otro dolorido sentir
Camino de perfección

YO DIGO QUE LA MUERTE ESTÁ CANSADA

De todos los poetas,
yo digo que la muerte está cansada,
de todos los planetas;
de tanto ser cantada
de todo el universo está asustada.

Y en cualquier cementerio
viven muy bien los necios que imagino,
porque ella es un imperio
de muertos sin destino
todo lo que pensamos no es divino.

La vida es que se gasta
con el roce infinito de la muerte.
Nos morimos y basta,
y algunos tienen suerte,
llegan con el espíritu muy fuerte.

De un cementerio a otro
salta la buena vida de la idea.
Retoza como un potro
se crea o no se crea,
¿ qué importa si la muerte es gorda y fea?

Si la pintan delgada,
es porque todo el mundo se equivoca,
que la creen desgreñada,
sin ojos y sin boca
y una sonrisa gris que nos provoca.

Pero ella es rica y plena
de carnes excitantes y rosadas,
de mirada serena,
de manos delicadas,
de diosas de verdad resucitadas.

Jamás tomará en serio
la muerte a la invención de los profetas
desde su magisterio.
Seráficos o estetas,
hostigan a la muerte los poetas.

Y la ponen nerviosa
dándole con el alma sobresaltos.
Ni siquiera reposa,
pues le hablan muy alto
y están sobre su pecho dando saltos.

Luego, tranquilamente,
como si nada de ella se creyera,
se mezcla entre la gente
como un día cualquiera,
para morires siempre la primera.

Yo estoy acostumbrado
a decirle a la muerte muchas cosas
sin ningún resultado,
que hay muertes orgullosas
y estatuas de la muerte muy hermosas.

Mas no me necesitan,
pues, ¿qué va a hacer la muerte con un muerto?
Las estatuas me excitan
por todo lo encubierto,
pero creen que soy casto e inexperto.

Aunque Venus me espera,
razón maravillosa de la muerte,
la muerte en primavera,
la que más me divierte,
la que me da soñando mucha suerte.

Pero en la Poesía,
yo digo que la muerte está cansada,
y hay tiempo todavía
para no decir nada
de esa invención de Dios tan ignorada.

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AYER FUMABA Y ESCRIBÍA EN VERSO LIBRE

Cuando un poeta dice,
por ejemplo, me pongo los zapatos,
sin que los utilice
más que en algunos ratos,
ya empiezan siendo viejos sus relatos.

Si habla del cigarrillo
como Alicia del pis de su muñeca,
es lírico sencillo,
pero a veces se ahueca
igual que un pavo real con una beca.

Se estira y tan contento
porque dice que escribe mientras fuma,
como un descubrimiento.
Y su verso es de espuma,
muy blanco y con dolores de reuma.

Aunque la culpa es mía
por no dejarle ser original.
Y es que se notaría
su andar de pavo real,
pero con mis zapatos anda mal.

Con mi ritmo se pierde,
se precipita al tedio de la rima
y se viste de verde,
se perfuma, se ultima,
y se marcha de copas con mi prima.

Conduce el verso libre
como si fuera un coche muy usado,
de muy poco calibre,
fumando demasiado,
es como un fumador muy anticuado.

Si digo la verdad,
decir en el poema que Dios fuma
y sin necesidad,
es perderme en la bruma
hasta que el cigarrillo se consuma.

Y no es un buen recurso
eso de andar fumando en el poema,
imitando el discurso
del bosque que se quema,
quemándose a sí mismo en el fonema.

Es no entender el fuego,
saber del fuego sólo por el humo.
Ni siquiera es un juego
lírico de consumo.
Voy a pensar en ello mientras fumo.

Me voy a la cocina,
dice el poeta en tonos familiares,
desayuno heroína
o versos similares,
y fumo cigarrillos a millares.

Yo no importo a la gente,
ni la gente me importa ni me ama,
y escribo diferente
cuando fumo en la cama,
me llevo el bosque y nadie lo reclama.

Sé muy bien que me quemo
en los infiernos de la Poesía.
Pero a Dios no le temo
que, por mi sangre fría,
también sé que conmigo fumaría.

Y aquí mismo, a mi lado,
muy guay y muy sentado y sin chaqueta,
y desinteresado,
para que no se meta
en mi vida interior ningún poeta.

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ME QUEJARÉ AL PATRÓN SI NO ME AMA

Se va la Poesía
con todos los poetas a la cama,
se va la amada mía
con todo el que la llama.
Me quejaré al Patrón si no me ama.

Tapada con la aurora,
con un olmo se fuga del olmedo.
La noche delatora
le acusa con el dedo,
el olmo es de cristal y tiene miedo.

La noche va de ciega,
se da contra los árboles de frente,
no ve por dónde llega
al mundo tanta gente
y el olmo de cristal muy reluciente.

Después de la aventura,
vuelve la Poesía embarazada,
revuelta su figura
y muy entusiasmada,
sé que la tengo mal acostumbrada.

(¡Si el miedo no lo viera,
ni su invisible busto de escondido,
de sueño de madera,
de muerto arrepentido,
de oscuridad de noche sin sentido…!)

La noche se entusiasma
con el miedo de luz que da la aurora
con traje de fantasma
y tan madrugadora.
Yo no sé qué pensar de Dios ahora.

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EL OTRO DOLORIDO SENTIR

Dios vive casi muerto,
todo resucitado eternamente,
en un mundo desierto,
pero con mucha gente,
un día opaco y otro transparente.

Así es como me veo,
me pongo ciego a fuerza de mirarme,
nervioso parpadeo;
¡nada puede cegarme!,
pido a la luz y no tiene qué darme.

Y es que todo me ciega,
los astros por mi cuerpo pasan cojos,
sobre el alfa y omega
de todos mis despojos,
principio y fin cerrándome los ojos.

¿Será verdad, lo soy?
Conducidme al cristal de algún espejo,
que sepa que me voy
sin tacha y por lo viejo,
y que rompa los sueños que le dejo.

Que yo no quiero verle
lleno de obesidades y verrugas,
y no reconocerle,
con granos como orugas
en una piel que quiebran las arrugas.

En silencio me escondo,
me voy secularmente de la vida
que he vivido hasta el fondo.
Olvidadme en seguida,
doy toda la esperanza por perdida.

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CAMINO DE PERFECCIÓN

Nadie más mutilado que yo mismo,
de corazón, de tiempo, de locura.
Yo soy la más deforme criatura,
el más surreal pregón del surrealismo.

Un cíclope de cal con estrabismo
que más que el otro yo me desfigura.
Me rasparon la anchura y la estatura
escultores con hiel y astigmatismo.

Soy un tronco de carne devorada,
una mancha que crece en cada mano,
una piedra mugrienta y asustada.

Soy una voz hundida en un pantano,
sangre letal cayendo de la nada,
la forma del dolor del ser humano.

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