A uno le pueden salir ortigas
en el desasosiego de las manos.
Luego pedir un tiempo muerto en el espacio
y descubrir que puede existir algo preciso,
un bienestar de fuego,
un picor de la vida irreparable,
un pensar en ortigas siniestrando el amor
o como quiera que se llame.
A uno le pueden salir siglos antiguos en los dedos,
pulgas milenarias, alimentos astrales
y cuentos planetarios.
Pero tenemos que pensar que eso es verdad
y creérnoslo.
Dentro del manuscrito de la noche
yo soy la lengua pávida que calla,
el muerto marginal
que nada cuenta,
el horizonte que se deshabita
y se ha tragado el Sol como un somnífero.
Noto el ruido en los ojos
de la imagen que mira.
Soy la idea escapándose de la seguridad,
el trabajo que piensa y produce la Nada.