10
Qué nuevo es el amor,
puede ser hasta él mismo o un soneto,
los dos al portador.
Para la muerte un reto,
pero, para entendernos, un secreto.
11
Vamos a ver soñar
a soñar todos y a vivir ninguno,
soñemos sin parar
por si despierta alguno
o ese realista tan inoportuno.
17
Puede que viva y sueñe,
los sueños viven bien, que yo los veo.
Por mucho que me empeñe
en creer lo que creo,
siempre hay un dios con el que me peleo.
25
Gutierre de Cetina
nos dejó oídos en su madrigal
y ojos claros, de harina
litúrgica y coral.
Ya no hay poema de mirada igual.
30
Se me encoge el espejo,
se me achica por dentro, no lo aguanto.
Me aproxima, me alejo,
me tiende, me levanto.
¿Por qué, Señor, habré crecido tanto?
32
El Conde-Duque es mío:
Déjame al Conde-Duque, que lo mato,
Quevedo, en desafío,
que no es asesinato.
Los dos seremos libres algún rato.
33
Corro contra el misterio,
me adentro en el misterio por la noche
como en un monasterio,
sin que me lo reproche.
¿Qué fantasma se asusta de un fantoche?
35
El mal es lo contrario,
y yo aseguro a Dios que soy el eco,
sueno por necesario
con un sonido seco,
el pecado no existe, pero peco.
37
Hay manos que te aprietan,
manos que no te dejan respirar,
imágenes que inquietan
y se dejan tocar
por lo desconocido sin cesar.
38
Me ha cogido las vueltas
la desesperación, la pantomima,
pienso palabras sueltas
y gesticulo encima,
hago silencio y con silencio rima.
39
Con mi modo de ser,
hay un historiador que es consonante,
lo deberíais saber,
pues lo tenéis delante,
Jenofonte no fue tan elegante.
40
Hay antólogos malos,
que se toman licencias, son perversos,
pues les hacen regalos
a poetas diversos
con huellas digitales de otros versos.
45
Ya el viento está maduro,
si se sopla a sí mismo cae la fruta,
que es un árbol, seguro,
de verdad absoluta.
¡Pues que nada en la tierra se discuta!
46
Hoy me lo paso en casa
soñando para estar a la primera
hasta ver lo que pasa
consumando la espera,
que es ver si era verdad lo que no era.
49
Ya vivo de repaso,
y tú también, vecino y extranjero,
los dos a cielo raso
igual que el mundo entero,
ese infinito y viejo compañero.
50
Cien mil años después,
nos sentimos especies diferentes.
Pero eso no es,
somos las mismas gentes,
pues seguimos pensando con los dientes.